.El caballo y el buey.



Estaba una vez sentado en un repecho de un camino con mi abuelo, viendo como una romería pasaba por delante nuestro. Ensimismado observaba el paso de los animales tirando de esos enormes y pesados armatostes, algunos decorados con flores y sobrecargados de objetos brillantes, otros sobrios y desnudos como un cielo gris. Había mulas de carga, tiros de caballos y tiros de bueyes y en mi infinita ignorancia, se me ocurrió preguntar a mi abuelo:

- Abuelo, por qué no hay tiros mixtos?

Mi abuelo sonrió, con esa sonrisa infinita que aún a día de hoy recuerdo con cariño y ansia, esa sonrisa que precedía a una de esas lecciones de vida que ya nadie, o casi nadie, es capaz de darme.

- Escucha atentamente hijo, todos los animales destacan en algo en su vida y es gracias a eso en lo que destacan lo que define el uso que se les puede dar. Tratándolos con cariño y respeto cada animal te brindará una oportunidad para enriquecerte que debes aprovechar. La mula es fuerte, robusta, con mucho aguante, pero incapaz de tomar decisiones, es por eso que la cargan y tiran de ella, es apta para cargar pero no es apta para tirar de un carro. El caballo y el buey son fuertes, robustos, con alta resistencia pero lo que les diferencia a uno del otro es el impetu del caballo, frente a la paciencia del buey. El buey puede llevar más peso, es mucho más fuerte, pero lento. Mientras que el caballo es capaz de llevar el carro más rápido pero con menos peso. Si juntases un caballo y un buey para tirar de un carro, el impetu del caballo le haría cargarse con todo el peso del carro durante largos tramos y sólo cuando estuviese asfixiado sería el buey el que tiraría, el carro además pesaría menos y el buey sería capaz de tirar de él sin problemas sin dejar que el caballo descanse y al final el caballo se encabritaría e intentaría zafarse del tiro. Por eso no hay tiros mixtos. Por eso cada uno debe tirar de su carro aunque vayan por el mismo camino.

- Ah, ahora lo entiendo.

- No hijo, ahora lo ves, pero más tarde, lo comprenderás.

Y se llevó a la boca las eternas nueces que le encantaba comer cuando sabía que algún día me acordaría de sus palabras.

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