.Ceros.


La infancia acaba oficialmente cuando le añades a la edad el primer cero, acaba, pero no ocurre nada. Todo queda igual. Todo se detiene en un silencio únicamente interrumpido por el ronroneo de los motores de la carrera que en unos cuantos años iniciarás. A muchos les disgusta el ruido de los motores; yo, en cambio, lo prefiero al de las voces... Te mecen, te acunan, como si estuvieses eternamente en la línea de salida. No hay competición, no hay rivalidad, sólo el ruido de los motores... Que te aísla de las pirámides de chillidos creadas por necesidad de lanzarse fuera de la garganta, más que para dirigirse a alguien...  

Cuando añadí el segundo cero ni siquiera sabía explicarme por qué en la ciudad lloraba y en la playa no. Debía de ser la sal, que me servía de escudo... O que aprendí a creer en lo que veía escrito, porque hablando se dicen un montón de mentiras, pero cuando uno las escribe, entonces se convierten todas en verdad... Por eso me empezaron a gustar los besos, ese preciso momento en el que los labios se desnudan de palabras para abajo y te dejan ver el alma de quien te besa y es besado... 

Cuando añadí el tercer cero, me di cuenta de que los remordimientos no atormentan a quien se sale con la suya... Cuando eres consciente que la infancia ya pasó y ocurrió todo lo que tenía que ocurrir, que otra paz se acerca porque ya no muestras atención por los amaneceres,  sino que tu mirada prefiere correr siempre al oeste para rebañar la última luz del plato del horizonte. 

Me pregunto cuando perdió su esencia la palabra mantener, que entraña en sí misma la promesa de tender la mano, no de retirarla... Hasta eso ha sido kapaz de ensuciar el dinero. Pero eso es algo que veo ahora, pasado el tercer cero. No lo veía entonces, mecido por el sonido de los motores, cuando no hacía caso a las voces y mi única preocupación eran los besos.  

Ahora ya no hay tiempo para remordimientos, no hay tiempo para los besos, ni para las palabras. 

Sólo hay tiempo para la competitividad, para las voces, para medir todo únicamente por su cantidad de ceros. 

Sólo hay tiempo para dar la enhorabuena a este sistema que tritura los sueños convirtiéndolos únicamente en necesidad de dinero.